La gestión de Nielsen tuvo luces y sombras. No resolver el default nos dejó fuera del mundo diez años
18.08.2019
En una entrevista concedida a un prestigioso portal de noticias de Buenos Aires el flamante ministro de economía desarrollo varios temas con definiciones de lo que piensa sobre el rol del Banco Central argentino en este momento critico del país.También habló de la gestión de Nielsen "tuvo luces y sombras, No resolver el default nos dejó fuera del mundo diez años"
—¿Había margen para otra política económica en 2015?
—El gradualismo no fue tanto una elección como una imposición de la realidad. Teníamos un paciente grave, asintomático, no levantaba fiebre porque estaba sobremedicado con antifebriles, tenía los torniquetes para que no se desangrara por el dólar, un dólar artificial. Ese dólar de 9 pesos era artificial. Había indicios, pero no plena conciencia del problema. No se podía importar, se cortaba la luz periódicamente. Lo mismo pasaba con el gas. Era un paciente asintomático, que no era consciente de que tenía que hacer cambios profundos. Por eso era difícil hacer una política de shock en una sociedad que solo advirtió que había que hacer políticas de shock cuando cayó en el precipicio, 1989, 2001, con hiperinflación e hiperdesempleo. No es posible hacer reformas consensuadas importantes en épocas más tranquilas. Eso no quiere decir que no se hayan cometido errores. Pero el programa económico global fue el correcto.
—¿Había alternativa después de la crisis cambiaria de fines de 2017, principios de 2018, de no ir al Fondo Monetario Internacional?
—Nosotros apelamos al crédito internacional voluntario como para suavizar las reformas que había que hacer, especialmente la fiscal. Para ser autocríticos, se subestimó la magnitud del problema. Después se reveló lo que dicen los libros, que no es posible al mismo tiempo recuperar el crecimiento, bajar la inflación y corregir precios relativos. Teníamos las tarifas energéticas dislocadas. Teníamos que importar gas, se producía déficit fiscal y déficit externo. También teníamos el dólar reprimido, el cepo. Jugábamos al fútbol con un solo arco. Era muy difícil corregir todos esos vértices al mismo tiempo. Obviamente, si subíamos las tarifas bajaba el ingreso disponible, bajaba el consumo. Se hizo de manera secuencial, primero yendo a los precios relativos, proponiendo bajar la inflación, lo que generó un círculo virtuoso que terminó en la crisis de 2018. También creo que se subestimó lo que pudiera pasar con la corrección de los holdouts y la salida del cepo.
—Hubo una lluvia de capitales, pero golondrina: una lluvia ácida.
—El mundo no fue tan generoso al compararnos con la historia argentina previa. Además, no tuvimos una sincronía aceitada entre la política fiscal y la monetaria. El remo monetario iba más rápido que el fiscal, con lo cual el bote empezó a girar en redondo. Le exigimos a la tasa de interés que haga el trabajo de bajar la inflación.
—¿Quién remó mal?
—Esa buena acogida del mundo ante el programa argentino, esa reinserción de la Argentina en el mundo, y ese crédito internacional, nos tentaron a hacer la reforma fiscal más lenta. Después el mundo se retiró de manera brusca, el 27 de abril de 2018. Era el Fondo o el ajuste feroz.
—Habría que haber tenido superávit fiscal.
—Pasar del -3% al +3%. Además hay que pagar la deuda. No había otra alternativa que ir al Fondo. El Fondo está para eso. Son créditos blandos, a tasas blandas, a largo plazo. Es el prestamista de última instancia para este tipo de eventos, para financiar planes consistentes que tienen, que necesitan un puente de financiamiento hasta que maduran las reformas en el buen sentido.
—Recién dijiste que se dio lo que decían los libros, que no se podía corregir precios relativos, bajar la inflación y generar crecimiento al mismo tiempo. ¿Era inevitable enfrentar una recesión?
—Sí, yo creo que era inevitable, incluso la inflación del primer año de 40% era una inflación heredada. El período anterior fue del 30%, más allá de la mentira del Indec, que afirmaba que era algo parecido al 10%. Además, el tipo de cambio estaba artificialmente bajo, al igual que las tarifas. Había que salir del trilema, del triángulo de las Bermudas. Corregir un problema afectaba a los otros dos. Empezar por el vértice de los precios relativos fue sacar de la banquina a un auto que llevaba ya cinco años en ella. Pero lo hicimos con un motor viejo. Se podían dar diez pasos y volver a la banquina
—Es lo que sucedió: esos diez metros fueron veinte meses
—Fue un poco más. Pero se interrumpió después por causas externas, no menores. Ahí hubo un poco de mala suerte, con el corte de crédito internacional.
—Mencionaste el 27 de abril, ¿por qué?
—Ese fue el día que se cortó el crédito. La provincia de Buenos Aires hizo la última emisión de un bono el 15 de abril. Fueron 31 mil millones de pesos, a tasas muy buenas. Después del 15 fue imposible, no había mercado. Ya el año anterior la tasa había comenzado a subir y en marzo de ese año hizo un nuevo respingo alcista. A eso hay que sumar el hecho no menor para la Argentina de la pérdida de 8 mil millones de dólares por la cosecha.
—Lo que ya se empezaba a conocer en diciembre lo indicaban los pronósticos meteorológicos. También habían empezado a aumentar las tasas de la Reserva Federal el año anterior. ¿Por qué entonces sucedió en ese momento?
—Ahí incidió lo que hablábamos del remo fiscal y del monetario. Y eso había llevado a alguna apreciación cambiaria. El dólar estaba clavado en 20 desde hacía mucho tiempo, a pesar de que la inflación seguía a un ritmo del 2% mensual.
—En diciembre de 2017 no estaba a $ 20 sino a $ 17.
—Nos agarró con un tipo de cambio evidentemente más bajo que el equilibrio. La evidencia posterior así lo demuestra. También sucedió que Cristina o el kirchnerismo había empezado a crecer en las encuestas en el verano.
—¿Te referís a lo que se inició con los hechos que hubo en el Congreso por la reforma previsional?
—A partir de ahí, el mundo crediticio se empezó a preguntar si la sociedad iba a acompañar la visión del Gobierno. Ya no estaba tan claro que se ganaría tan cómodamente en 2019. Con la caída de imagen y el resurgimiento de la opción populista surgió la pregunta acerca de si los argentinos íbamos a estar dispuestos a seguir con el cambio. Si habíamos comprendido que no podemos vivir siempre por encima de nuestras necesidades, gastar más de lo que producimos, tanto en el sector público, que es el déficit fiscal, como en el privado, que es déficit externo. Surgió la duda de si lo íbamos a hacer de manera ordenada y parsimoniosa o si íbamos a volver al populismo. Y como el mundo no tiene bonos que vencen en 2018 y 2019, sino en 2027, se empezó a preguntar ¿quién me va a pagar estos bonos si vuelve el populismo?
—También estuvo la conferencia de prensa del 28 de diciembre, en la que se modificaban las metas de inflación.
—Eso fue el gatillo. La pregunta que surgió fue ¿vamos a seguir por el cambio o vamos a validar soluciones populistas? Creo que se trató más de un test a los argentinos que al Gobierno.
—Lo mismo podría suceder ahora. Quizás no alcance con un triunfo de Macri y los mercados quieran ver si es posible llevar adelante las reformas.
—La pregunta es qué camino va a tomar la Argentina. Este año los caminos se bifurcan: ¿seguimos para el lado del cambio o volvemos a las décadas anteriores? Lo que se juega en la elección es si el Gobierno empieza de nuevo, resetea. Si gana Juntos por el Cambio, seguramente los gobernadores también van a ser parte del proceso. No creo que sigan afiliados a la fórmula Fernández-Fernández. Hay que gobernar. En estos cuatro años no fueron afines al Gobierno y sin embargo pudieron hacerse muchas reformas para nada subestimables. La foto del 11 de diciembre no tiene por qué ser la de ahora.
—Decías “el gradualismo no era una opción, era una imposición”. ¿La política le gana a la economía?
—Siempre. La política y la economía generalmente son dos abstracciones del análisis. En realidad, ocurren en el mismo terreno, en el mismo tiempo, con los mismos actores. La única subordinación que impone la economía es cuando se acaba el dinero. Es lo que le pasó al kirchnerismo en los últimos cuatro años. Se cortó el crédito internacional, el otro, porque bueno... empezó a expropiar las AFJP, YPF...
—Lo mismo le pasó a Macri. Se acabó el dinero a fines de 2017. ¿El error en los primeros años de la economía de Cambiemos no estuvo ni en el presidente del Banco Central ni el ministro de Economía, sino en la política? ¿Era necesaria otra política de acuerdos con la oposición?
—No llegaría a esa conclusión. Se hizo el enfoque de política económica posible para ese momento, para ese paciente, y se asumieron los costos que había que asumir, con la valentía del liderazgo político que había que asumir, por ejemplo en el tema tarifas. Nunca le vi temblar el pulso al Presidente antes de tomar las decisiones que eran necesarias. Hay que aprender del pasado para entender el presente. “La gestión de Nielsen tuvo luces y sombras. No resolver el default nos dejó fuera del mundo diez años.”
Fuente: Perfil