“ Mi tiempo es para la Patria ”
03.05.2020
Suboficial Mayor infante de Marina Roque Jorge Esperanza “Mi tiempo es para la Patria”
Desde su ingreso a la Armada Argentina, hace 32 años, su tiempo es para la Patria, cuenta. Hoy presta servicio en el Departamento Taller de Vehículos como Suboficial Encargado del mantenimiento de los Vehículos Anfibios a Rueda. En la cúspide de su carrera relata su actividad en la Fuerza y cómo la vida fue sorprendiéndolo, tanto por caminos espinosos como favorables.
BASE BATERÍAS –Roque Jorge Esperanza, Suboficial Mayor infante de Marina, recorre con mirada atenta el Taller de Vehículos. El Taller pertenece al Arsenal Naval Puerto Belgrano y está ubicado en la Base de Infantería de Marina Baterías, al sur de la provincia de Buenos Aires. Allí se realiza el mantenimiento mayor de los vehículos de la Armada Argentina y, en especial, los de la Infantería de Marina: los Vehículos Anfibios a Rueda (VAR), los Vehículos Anfibios a Oruga (VAO) y los vehículos de combate y tácticos Panhard, Hummer y Marrúa.
En el destino se hace el trabajo grueso de mecánica y electricidad para que estén operativos y alistados y, en el caso de los VAR, ser empleados en campañas como la antártica. “El personal que trabaja aquí está capacitado y especializado”, reconoce el Suboficial Esperanza, “el desafío de progreso profesional es muy grande; por eso, mi tiempo es para la Patria”.
Destinado en batallones y departamentos de la Infantería de Marina a lo largo de su carrera como motorista, el primero fue el Batallón de Apoyo Logístico; luego el Batallón de Vehículos y más tarde el Batallón de Infantería N° 5 en Río Grande, Tierra del Fuego. Desde su ingreso en la Armada en 1988, Roque Esperanza participó de Misiones de Paz en Chipre y en Haití; y sumó a su trayectoria Campañas Antárticas de Verano.
Es decir, compartió trabajo con personal de Infantería de Marina, de los diferentes componentes de la Armada; con otras Fuerzas argentinas; y con integrantes de Fuerzas de distintos países: ingleses, estadounidenses, franceses, italianos e israelitas. Recuerda al detalle su comisión a Haití embarcado en el transporte ARA “Bahía San Blas”, porque fue el año del terremoto que azotó a la isla.
“En cada comisión al extranjero, vuelvo amando un poquito más a mi país y su cultura, valoro lo que tenemos y cómo es mi Argentina; y si tuviera que definir a la Armada Argentina en una palabra o una frase, para mí, es una aventura que no todos tienen la posibilidad de embarcarse”, destacó con orgullo. “Encontré en la Armada un desafío y por eso me quedé.”
Pero mucho antes de decidir ingresar en la Institución, Roque la conoció cuando le tocó el Servicio Militar Obligatorio en el ’85. “Yo trabajaba, pero quise hacer el servicio porque tenía como ansias de curiosidad, y también porque mi papá me había contado que aprendió mucho cuando él lo hizo con los Granaderos a Caballo.”
Le tocó cumplir el servicio militar en el Batallón de Infantería de Marina N° 2 de la Base Baterías. “Ahí empieza mi conocimiento de la Fuerza y, desde el principio, el primer contacto fue con la Infantería de Marina.”
Una vida nómada
Roque nació en 1966 en la ciudad de La Plata pero cuenta que de pequeño tuvo una niñez movida a causa del trabajo de su papá, gran conocedor del aspecto hidroeléctrico en represas y, por eso, primero vivió en El Chocón (Neuquén); luego en Esquel, Trevellín y Aldea (Chubut); y, más tarde, volvió a Neuquén, a Piedra del Águila.
A los 6 años, su mamá falleció y su papá no podía cuidarlo y “me críe en un internado, en el Menéndez Behety de formación inglesa; fui a parar ahí hasta los 12 años. Papá venía a visitarme. Fue muy duro. Me formó el carácter”. Contó que era una escuela-hogar muy reconocida en el sur y allí terminó la primaria. “Y recuerdo que en un momento la empresa ya quería llevarse a mi papá a trabajar a Paraná y dijo que no, sino era imposible vernos. Lo trasladaron a Buenos Aires y ahí nos fuimos juntos a vivir a la capital”.
A los 12 empezó a trabajar en una fábrica que confeccionaba ropa de mujer y recuerda personalidades de la farándula como Adriana Brodsky y Beatriz Salomón en la tienda. Su dueño le había tomado mucho cariño como también una de sus empleadas, Cristina, que se convirtió en su madre adoptiva cuando tenía 16 años. “Ella no tenía hijos y yo acepté. En la fábrica primero fui cadete, después empleado administrativo y así, hasta que me sortearon para el servicio, me tocó y me fui”.
Pero lo más trascendente en la vida de Roque permanecía oculto. A los 20 años, de regreso del servicio militar, su papá enfermó y antes de morir le contó que su familia vivía en Los Toldos (Buenos Aires). Hasta allí llegó y conoció a sus familiares, que le contaron que sus orígenes eran de la tribu de los ranqueles; y que su mamá –Florencia Rayú— era de la tribu coliqueo. Como entre ambas tribus no se podían casar, huyeron. Al encontrarse con sus familiares paternos, los reconoció enseguida, y ahora continúa visitándolos de pasada cuando viaja a Entre Ríos, de donde es oriunda su señora.
Al finalizar el servicio, fallecer su papá y descubrir el legado familiar, Roque sigue trabajando en la fábrica y trata de terminar el secundario en la Escuela Nacional en Corrientes y Callao, pero la hiperinflación lo desanima. “Podía seguir en la fábrica, no me faltaba nada, pero quería hacer algo con mi vida, quería libertad, quería ser lo que yo quería y que nadie me impusiera mi destino. Cuando le cuento al dueño que había ingresado a la Fuerza y el viernes era mi último día de trabajo, no lo podía creer. Elegí la especialidad en Infantería de Marina que ya conocía”.
Cuando llegó a la ex Escuela de Infantería de Marina en Mar del Plata, su Jefe de año era quien había sido su Jefe de Compañía en el servicio; fue quien lo incentivó más adelante a ser motorista. Luego de batallones y comisiones, y de terminar la secundaria, en el ‘94 hizo el curso de Vehículos Anfibios y le gustó mucho.
“A los más jóvenes les trato de enseñar lo mismo que los buenos instructores me enseñaron a mí: aprendan para estar preparados en el momento justo, al conocimiento hay que llevarlo en la mochila, ahí, por las dudas. Uno no sabe cuándo tiene que ponerlo en práctica”.
Roque es un hombre simple y le gusta la gente simple. También resiliente, porque tuvo la capacidad de afrontar la adversidad, superarla y salir fortalecido. Casado a los 30 años con Mariela Lescano, formó una familia. Hoy viven en Bahía Blanca con sus dos hijos nacidos en la ciudad, Fabricio de 17 años y José de 12. “Sin ellos, y sin mi señora, no hubiera llegado acá”, agradece.
Al sur, Roque vuelve cada verano porque le gusta pescar trucha. De vez en cuando pasa por Los Toldos, a visitar a los Esperanza, y por Entre Ríos, a visitar a los Lescano. “La vida se resume en qué le dejamos a nuestros hijos”, reflexiona a modo de conclusión.
Fuente: www.gacetamarinera.com.ar