Las definiciones del ministro economía Hernán Lacunza que reemplazo Dujovne
18.08.2019
Hace apenas 45 días, el entonces ministro de Vidal dio una entrevista a portal perfil.com "En el poder, se hace la mitad de lo que se quiere y se quiere la mitad de lo que se hace" sus palabras toman relevancia y se resignifican con su llegada al Palacio de Hacienda en reemplazo de Dujovne .
A veces nos pasamos de largo muchos aspectos de la economía”. Fuiste, entre 2002 y principios de 2005, director en la Cancillería. ¿Cómo cambió la globalización en veinte años?
—Tuvimos varios vaivenes en estas casi dos décadas. Diría que es un período divisible en dos, especialmente por la crisis de las hipotecas de 2008. Fue una crisis que nos obligó a revisitar ideas que teníamos por entonces como verdades reveladas. Tuvimos que reconfigurar las reglas del juego internacional, respecto a la movilidad de capitales o a la exposición de los países, sobre todo en las economías emergentes, las más vulnerables a la volatilidad internacional. Esas reglas nuevas resultan más relevantes en el mundo en desarrollo. Respecto a la esfera de la integración más comercial, hubo una agenda particularmente activa, incluso bastante ambiciosa, de la Organización Mundial de Comercio. Los acuerdos bilaterales o birregionales entraron en una etapa más de stand by, de sosiego.
—Néstor Kirchner asumió en un momento glorioso. Luego sobrevino la crisis de las hipotecas. ¿A su mujer le tocó lo peor?
—Yo lo diría de esta manera: Néstor asumió en una época gloriosa en términos de propender a una mayor integración mundial, tanto financiera como comercial. Un proceso que vi en la Cancillería, porque estuve en los momentos de transición de Eduardo Duhalde a Kirchner, que también fue el paso de la gestión de Carlos Ruckauf a la de Rafael Bielsa y después a Jorge Taiana. Pero desde 2003 se generó una visión mucho más desconfiada frente al mundo, en la propia administración Kirchner. Recordemos el episodio de Mar del Plata respecto al ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas). Más allá de que yo estuviera de acuerdo o no, más allá de las ventajas o desventajas competitivas, de los riesgos y las oportunidades, lo cierto es que Argentina tuvo una actitud muy hostil, que casi terminó dándole la defunción. A partir de allí se inició un camino más pedestre, con la Unasur y otro tipo de socios internacionales.
“La gobernadora Vidal tiene más confianza en la intermediación del Estado...”
—Luego estuviste en el Banco Central entre 2005 y 2010. ¿Hubo cambios entre la política económica de Néstor y Cristina Kirchner? —Si hay diferencias, las deben saber ellos. Sí hubo un cambio de política económica a partir del año 2006. El primer período, el que comienza en 2003, consistió en administrar la salida de la crisis. “Era el Fondo o ajuste feroz. A veces nos pasamos de largo muchos aspectos de la economía”.
—2006: cuando sale Roberto Lavagna.
—Sí, 2006 es el comienzo. Y sobre todo a principios de 2007, cuando se intervino el Indec. Fue en enero de 2007, de cara a la campaña electoral de ese año, cuando fue elegida Cristina por primera vez. Hubo un cambio sustancial con un sesgo expansivo de la política económica. En ese momento, la economía empezaba a crecer a tasas chinas. Hay que aclarar que, por cierto, el crecimiento a tasas chinas no existe ni en China. Pero aquí se pretendió crecer al 8%, 9%.
—¿China miente con sus estadísticas como el kirchnerismo con el Indec?
—Tiene estadísticas sospechosas. Pero es un problema de otro país. Pero cuando alguien quiere ir en bicicleta más rápido de lo que van sus piernas, seguramente esté incubando un episodio crítico más adelante. Es lo que pasó desde 2006 en adelante. Las crisis se incuban en la época de abundancia. Allí, el sesgo de la política fiscal comenzó a ser continuamente expansivo.
Se hacía un keynesianismo o un pseudokeynesianismo que
–para ponerlo en términos de la fábula de La Fontaine– es más del estilo de la cigarra que el de la hormiga. Los años pares no electorales se gastaba todo lo que se tenía. Y en los impares, lo que no se tenía. Con lo cual, nunca alcanzaba. Así se fue diluyendo el superávit fiscal. El 2007 es el punto de inflexión de la tendencia.
—¿Comenzaron a deteriorarse los fundamentos?
—Para caracterizar el período kirchnerista, digamos que los cuatro primeros años fueron de alto crecimiento y baja inflación, los segundos fueron de crecimiento medio, inestables y de inflación moderada. Y los últimos fueron directamente de crecimiento nulo e inflación alta, arriba del 20%. Y ese deterioro fue consecuencia de su cambio de política económica.
“... en cambio, el Presidente es más propenso a que las soluciones lleguen del sector privado.”
—Cuando estabas en la Cancillería, Guillermo Nielsen, actual principal asesor económico de Alberto Fernández, era secretario de Finanzas del Ministerio de Economía y tenía a cargo la renegociación de la deuda. ¿Compartiste con él en ese momento alguna gestión que recuerdes?
—Conozco a Guillermo, compartimos reuniones de trabajo, pero no específicamente en la renegociación de la deuda.
—¿Qué impresión te quedó de él?
—Es un economista profesional, respetado. Como todo funcionario que tiene responsabilidades, su tarea tiene luces y sombras. Siempre digo que en posiciones como las nuestras se hace la mitad de lo que se quiere y se quiere la mitad de lo que se hace. Creo que hizo lo mejor que estaba a su alcance, a su leal saber y entender. Obviamente que, con el diario del lunes, se podrían haber hecho las cosas de otra manera. Por ejemplo, en lo referido al default de la deuda, que quedó abierto hasta el final del mandato de Cristina. Un tema que resolvió Mauricio Macri a los cuatro meses de asumir. No resolver el default nos mantuvo fuera del mundo durante diez años.
—¿A quién le atribuís esa responsabilidad?
—Siempre el máximo responsable es el presidente. Sus funcionarios proponen ideas, las impulsan, pero siempre el que decide es el presidente. El extravío en la negociación con el exterior surgió a fines de la década pasada. Y se hizo mucho más marcado, con un sesgo más ideológico, menos técnico.
DOLAR. “La estabilidad que tenemos desde hace sesenta días viene de la mano de la flotación administrada con posibilidad de intervención”. dolar.
—Se atribuyó a Néstor Kirchner una mejor capacidad económica que a Cristina. ¿El extravío era de ambos con la diferencia de que uno tenía más holgura que el otro?
—Durante el primer mandato de Néstor la política económica tuvo un sentido. En los dos de Cristina, no. Según determinados parámetros, incluso, el segundo de Cristina fue peor que el primero.
— ¿Cristina cosechó un mal que había sembrado Néstor?
—Cuando se incuban y acumulan inconsistencias, al tiempo se empieza a flaquear en materia de resultados. Ahí se comete otro error que es reprimir: poner el cepo o cortar la luz. Y más tarde se empieza a mentir: se ocultan los pobres, se oculta la inflación. Pero el deterioro es algo progresivo, que se acumula. Hacemos tantos torniquetes para no desangrarnos que terminamos produciendo una trombosis, tal como sucedió en 2015. “El gradualismo no fue tanto una elección como una imposición de la realidad.”
—¿Cómo imaginás que podría ser la política económica de Fernández-Fernández con Guillermo Nielsen como ministro?
—Es un técnico que sabe, que conoce cómo funciona el mundo y cuál es el rol de un país en desarrollo como Argentina. También qué necesita. Pero de ahí a que sea el ministro o funcionario a cargo, hay una distancia. El poder lo tendrán Alberto Fernández o Cristina.
—Pero la presencia de Nielsen sería tranquilizadora.
—Su nombre podría ser parte de la solución y no del problema. Pero no hay ningún gobierno –ni de Fernández, ni de Mauricio, ni de quien sea– en el que una persona defina todo. Y menos un funcionario técnico. Es siempre un equipo, una impronta, una misión y visión del mundo.
—Tu perspectiva internacional marca la crisis de las hipotecas como hito, pero hubo otro cambio: a Macri le tocó asumir con una “globalización a lo Obama” y poco después se encontró con la globalización de Donald Trump. ¿Hay cambios sustanciales o se sobrestiman las diferencias entre ambas?
—Se sobrestima, sí. Pero hay un cambio. Estados Unidos es el principal país del mundo, tanto en el área comercial como en la financiera. También en términos de representación de la población global y de su rol en los organismo internacionales. Ahora, el mundo está mucho más a la defensiva, especialmente por el conflicto con China. Hay vientos más proteccionistas que integradores. Eso que afecta a todos, y los países en vías de desarrollo no son ajenos a ese mundo. Argentina tiene mucho más para ganar que para perder con la apertura económica. Tenemos ventajas comparativas, porque los productos que tenemos para vender están relativamente menos liberalizados que los que tenemos para importar. Evidentemente, no es un cambio favorable el que va de Obama a Trump. Igualmente, me parece que con Trump hay más ruido que nueces. A la hora de declarar, piensa en su mercado interno, en sus votantes. Pero cuando debe tomar decisiones, son menos concretas que sus amenazas
—La globalización sigue su curso, entonces.
—Diría que hay un amesetamiento, un parate. Pero que es un camino que va a continuar. Algo que ya está hecho, que no se va a revertir. Existen situaciones como el Brexit, que nos hablan de algunos cambios. No digo que no existan cambios en algunas latitudes, que no existan retrocesos en lo ya avanzado. Lo que afirmo es que hay una tendencia, no de los últimos veinte años sino de los últimos cincuenta. Vamos hacia una mayor liberalización del comercio.
—¿Qué consecuencias tendrá para la Argentina –y para Brasil– el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea?
—Como dije, Argentina es un ganador neto en un contexto de mayor comercio mundial. Tiene más para ganar que para perder. Hay cuestiones de acción colectiva: en todo acuerdo hay ganadores y perdedores. Y los ganadores no suelen salir a la calle a vociferarlo, a diferencia de los perdedores. No van a hablar, por temor a que les pongan más impuestos. Así puede surgir una sensación errada. Cuando estuvimos en la Cancillería, hicimos este estudio de ventajas y oportunidades, de riesgos y amenazas de un acuerdo con la Unión Europea. Y las conclusiones siguen vigentes. Argentina tiene que ser un ganador neto de ese tipo de acuerdo.
Fuente: @perfil.com