Dos presos almorzaron con el Papa Francisco y después se fugaron
11.10.2017
La gran emoción por el almuerzo junto al Papa Francisco en la iglesia de San Petronio, en Bolonia, les debe haber pasado rápidamente. Lo demuestra el hecho que dos de los veinte detenidos que se sentaron a la mesa del Pontífice, colocada en la basílica durante la visita del Santo Padre del 1° octubre, pensaron que era mejor fugarse que rezar una plegaria con el Papa argentino.
Y aprovechando un descuido de los guardias, se perdieron los rastros de los dos, que se fugaron en medio del almuerzo y después de escuchar al Papa recitar el Ángelus en la Plaza Mayor de la ciudad.
Nadie le dijo a Francisco que dos de sus comensales se fugaron.
Ahora son buscados por la Policía, que ayer se presentó en la Curia, en Vía Altabella, para pedir información a la jerarquía eclesiástica.
El Vaticano informó que el Papa Francisco presta una atención especial a la situación de los presos, y acostumbra a reunirse con grupos de reos durante sus viajes dentro y fuera de Italia. Y que a pesar de este hecho, no dejará de hacerlo.
Sobre la evasión rige la más estricta reserva de los investigadores porque se trata de un hecho evidentemente embarazoso. Los dos fugados, ambos napolitanos, estaban detenidos en la casa de Trabajo y Reclusión de Castelfranco Emilia, en el Modenese, una estructura para la reinserción social, alternativa a la cárcel dura y dividida en dos secciones: una para los tóxicodependientes y otra para los "internados", o sea los reos sujetos a una vigilancia especial por ser considerados socialmente peligrosos. Los fugados estaban en esta sección y los informes sobre ellos eran reiteradamente negativos.
Los detenidos, que arribaron para almorzar con el Papa eran veinte y todos partieron desde Castelfranco donde están recluidos. La comitiva también estaba integrada por un capellán, un grupo de voluntarios de la parroquia y un minúsculo grupo de guardias, lo que demostraba la poca vigilancia que tienen los detenidos en esa estructura.
El Pontífice en uno de sus tantos almuerzos con los detenidos en una cárcel.
Después del Ángelus de Francisco llegó el almuerzo. El mismo incluía lasagna, bife y torta de arroz. Todo bien, lástima que los guardias, antes de los postres, se dieron cuenta que les faltaban los dos reos napolitanos.
Nadie le dijo nada al Papa sobre la situación. Y el Pontífice, ignorante de todo, continuó con su visita en Bolonia. Después del almuerzo fue a una manifestación en Plaza San Doménico y cerró la jornada con el gran acto en el estadio de fútbol de la ciudad, ante 40.000 personas.
Los presos volvieron a su reclusión en Castelfranco con dos integrantes menos. De ellos, desde hace diez días no se sabe nada. Lo que demuestra que es cierta esa frase que dice "los caminos del Señor son infinitos".
Fuente: Clarín