Los dueños del hambre y la pesca milagrosa
22.12.2025
Daniel Garay, director de Gremiales del Sur y Calidad TDF, pasó por los micrófonos de “No Somos Neutrales” y, junto a Moisés Solorza, desnudó la mecánica del saqueo en la Patagonia.
Daniel Garay, director de Gremiales del Sur y Calidad TDF, pasó por los micrófonos de “No Somos Neutrales” y, junto a Moisés Solorza, desnudó la mecánica del saqueo en la Patagonia. De la “remarcación preventiva” y las ofertas fantasmas de La Anónima a la voracidad del grupo Newsan, que cambia chips por merluza negra y monopoliza hasta el kanikama. Una radiografía de cómo el poder económico se recicla en Tierra del Fuego mientras el salario se hace agua y el gobierno nacional aplaude el desguace.
Por Redacción Radio + 104.9
En tiempos donde la neutralidad se vende como una virtud republicana para camuflar la complicidad con el ajuste, el programa radial que conduce Moisés Solorza elige el camino inverso desde su propio nombre: No Somos Neutrales. En su emisión del 10 de diciembre de 2025, el aire de la Radio Más (104.9) se convirtió en una trinchera de análisis sobre la realidad fueguina, esa que no sale en los partes de prensa oficiales ni en los TikToks de la Casa Rosada.
La visita de Daniel Garay, referente de Gremiales del Sur y Calidad TDF, no fue una charla de café, sino una autopsia a cielo abierto de la economía doméstica de la isla. En un diálogo que osciló entre la indignación y la revelación de secretos corporativos, Garay y Solorza pusieron nombre y apellido a los responsables de que el sueldo de los trabajadores se evapore antes del día 15, y expusieron la nueva matriz de negocios de los “dueños de la provincia”.
La Anónima y la cultura del desprecio
Hay un viejo adagio en la Patagonia que dice que uno puede escapar del viento, pero nunca de La Anónima. La cadena de supermercados de la familia Braun —apellido que resuena con ecos de la historia más oscura del sur argentino— fue el primer blanco del análisis de Garay.
“Ladrónima”, corrigió Solorza con la acidez de quien ya no espera corrección política, recordando aquel fallido (o sincericidio) del dueño de la cadena cuando admitió entre risas que, ante la duda, ellos “remarcan todos los días”. Pero lo que Garay puso sobre la mesa va más allá de la inflación inercial; es una mecánica de estafa al consumidor naturalizada por la falta de control estatal.
El director de Gremiales del Sur denunció lo que cualquier vecino de a pie sospecha pero no puede probar hasta que llega a la caja: las ofertas son un espejismo. “Si usted no pide el ticket y lo mira uno por uno, no sabe que le están mintiendo”, disparó Garay. La trampa reside en la letra chica y en el sistema: carteles de neón anunciando descuentos que, mágicamente, desaparecen al pasar por el escáner. No es un error de sistema, es un modelo de negocios. Es la transferencia directa de recursos del bolsillo del trabajador a las arcas de una empresa que ha hecho de la posición dominante su bandera.
En este contexto, el supermercado deja de ser un proveedor de alimentos para convertirse en un ente financiero que especula con el hambre. La remarcación no es una defensa contra la inflación; es la inflación misma, traccionada por quienes tienen la sartén, el mango y la góndola.
Gato por liebre (o salmón local por importado)
Uno de los momentos más gráficos de la entrevista —y que ilustra la impunidad con la que se manejan los formadores de precios— fue la revelación sobre el origen de los productos “premium”. En una provincia rodeada de mar, donde el recurso ictícola debería ser soberanía alimentaria, se ha convertido en un bien de lujo envuelto en mentiras.
Garay expuso la farsa del sector de congelados: “Venden salmones enormes fileteados diciendo que son de la zona del sur de Chile, pero son de acá, de Ushuaia”. La maniobra es de manual neoliberal: se toma un recurso local, se lo etiqueta con un aura de importación y exotismo fronterizo, y se cobra a precio internacional.
La etiqueta, prometió Garay, será la prueba del delito. Pero el delito ya está cometido en la moral comercial. Nos venden nuestro propio pescado como si fuera un manjar extranjero, cobrando el flete imaginario y la marca. Es la colonización cultural y económica perfecta: convencer al fueguino de que lo que come no es suyo, sino una concesión graciosa del mercado global.
El Leviatán de Newsan: Del ensamblaje a la depredación
Si La Anónima controla la heladera, el grupo Newsan parece decidido a controlar todo lo demás. La conversación entre Solorza y Garay derivó hacia la figura de Rubén Cherñajovsky, el zar de la electrónica que, con olfato de tiburón, anticipó los vientos de cambio mucho antes de que el “gobierno de ocupación” —como definió Solorza a la gestión nacional— decidiera dinamitar la industria tecnológica.
El análisis de Garay es lapidario: Newsan ha iniciado una diversificación agresiva de su matriz productiva. Ya no se trata solo de aires acondicionados o celulares; ahora el negocio es la comida. “Esa gente empezó hace 15 años comprando una cooperativa pesquera fundida en Santa Cruz”, recordó Solorza, trazando la genealogía de un imperio que crece sobre las ruinas de las crisis ajenas.
El dato que aportó la mesa es escalofriante por su magnitud monopólica: el grupo no solo tiene su propia flota y plantas de procesamiento, sino que ahora va por la merluza negra —el oro negro del Atlántico Sur— intentando desplazar a competidores históricos, y está a punto de adquirir la fábrica de Kanikama en Trelew.
¿Qué significa esto? Que el mismo grupo empresario que decidía qué televisor podías comprar, ahora decidirá qué vas a cenar en las fiestas. La concentración económica es absoluta. “Desarrolló toda la cadena de producción, cámaras de congelamiento y exportación directa”, señaló el conductor. Mientras el discurso oficial habla de libre mercado y competencia, la realidad en el sur muestra la conformación de carteles gigantescos que eliminan cualquier vestigio de competencia real. Cherñajovsky no compite; absorbe.
La paradoja del trabajador que aplaude al verdugo
El trasfondo político de la charla en Radio Más no podía obviar la dolorosa contradicción de la clase trabajadora fueguina. Solorza fue contundente al recordar la imagen de los operarios de las fábricas de Newsan recibiendo al presidente libertario, el mismo que, a golpe de decreto y apertura indiscriminada de importaciones, pone en jaque sus fuentes laborales.
“Votan al verdugo”, sentenció Solorza, en una reflexión que duele por su veracidad. La visita a la fábrica de Cherñajovsky se convierte así en una postal del absurdo nacional: trabajadores aplaudiendo al gestor de su propia desgracia, mientras el empresario anfitrión ya tiene el plan B (la pesca) listo para cuando la industria electrónica se apague.
Esta ceguera selectiva, alimentada por medios hegemónicos y discursos de odio hacia la política tradicional, permite que grupos como Newsan o La Anónima operen con total libertad. Si el gobierno nacional desprecia la industria nacional y el votante valida ese desprecio en las urnas, ¿quién defiende el trabajo argentino? La respuesta, lamentablemente, parece quedar en manos de la resistencia sindical y de espacios de comunicación que, como bien dicen Solorza y Garay, eligen no ser neutrales.
Un futuro de “maratones” para sobrevivir
La entrevista también dejó espacio para la realidad social más cruda, con la intervención del joven pasante Agustín Guerrero, quien expuso el abandono estatal hacia las personas con discapacidad. La metáfora utilizada fue brutal: en Tierra del Fuego, para conseguir un edificio para el CAAD (Centro de Actividades Alternativas para Discapacitados) o insumos hospitalarios, hay que organizar “maratones”.
El Estado se retira, dejando que la salud y la dignidad dependan de la caridad y el esfuerzo físico de la comunidad. “¿Cuántas maratones más vamos a necesitar?”, se preguntó Solorza. Es la privatización de la solidaridad. Mientras Newsan compra barcos y La Anónima remarca precios, los pibes con discapacidad y sus familias tienen que correr para que alguien los vea.
La resistencia de la memoria
El paso de Daniel Garay por el programa dejó mucha tela para cortar y una sensación amarga en el aire. La “libertad” que pregonan desde la Casa Rosada se traduce en la libertad del zorro dentro del gallinero.
La Anónima miente en los precios, Newsan acapara los recursos naturales y el gobierno nacional celebra el déficit cero mientras la gente cuenta las monedas para comprar un pescado que le dicen que es chileno pero que salió de su propio mar. Ante este escenario de entrega y cinismo, la voz de dirigentes gremiales como Garay y espacios periodísticos como el de Solorza se vuelven imprescindibles. No para dar buenas noticias, sino para mantener encendida la luz de alerta. Porque en el sur, donde el frío cala los huesos, lo único que no se puede congelar es la memoria y la capacidad de indignación. Como bien cerró el programa: no son neutrales, porque ante el saqueo, la neutralidad es complicidad.
Fuente: Radio +104.9 multimedia
Fuente: Consenso Patagonico


