La CGT eligió futuro: un triunvirato que combina músculo, diálogo y renovación
05.11.2025
Con el fantasma de la reforma laboral y la fractura interna sobrevolando el Congreso, la CGT apostó por una conducción tripartita que condensa experiencia, territorialidad y tensión generacional. ¿Resistencia o negociación? El nuevo mapa sindical se juega en cada gremio, cada provincia y cada calle.
La CGT eligió futuro: un triunvirato que combina músculo, diálogo y renovación
Con el fantasma de la reforma laboral y la fractura interna sobrevolando el Congreso, la CGT apostó por una conducción tripartita que condensa experiencia, territorialidad y tensión generacional. ¿Resistencia o negociación? El nuevo mapa sindical se juega en cada gremio, cada provincia y cada calle.
La elección de la nueva conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) no fue una simple formalidad institucional. Fue una escena cargada de historia, tensiones y proyecciones. En el estadio Obras Sanitarias, más de 2.100 congresales se reunieron para definir el rumbo de la central obrera más importante del país en un contexto de ofensiva liberal, crisis social y disputa por el modelo de país. El resultado fue claro: se ratificó el esquema de triunvirato y se eligieron tres figuras que, lejos de representar una síntesis fácil, encarnan una apuesta estratégica por la unidad en la diversidad.
Los nuevos cotitulares son Cristian Jerónimo (Sindicato del Vidrio), Jorge Sola (Sindicato del Seguro) y Octavio Argüello (Camioneros). Cada uno con su trayectoria, su estilo y su base territorial, pero con un mandato común: reconstruir la potencia política de la CGT, defender los derechos laborales conquistados y volver a conectar con las nuevas generaciones del trabajo. En un país donde el sindicalismo sigue siendo actor clave en la disputa por el modelo de desarrollo, esta conducción representa una oportunidad para reconfigurar el rol de la central obrera como actor propositivo, federal y movilizador.
Jerónimo, con pasado en Metrovías y la Juventud Sindical, representa una generación que no reniega de la calle, pero entiende la necesidad de construir puentes. Su cercanía con Gerardo Martínez (UOCRA) lo ubica en el eje de los gremios constructivos, pero con sensibilidad territorial. Sola, abogado y académico, es parte del riñón técnico de “los Gordos” y promueve una CGT más moderna, articulada con el mundo del trabajo formal y capaz de incidir en políticas públicas. Argüello, por su parte, retiene la silla del moyanismo, con fuerte presencia en el conurbano y capacidad de movilización. Su continuidad garantiza que el ala combativa siga teniendo voz en la mesa chica.
La votación fue a mano alzada y ratificó el esquema tripartito por amplia mayoría. La propuesta de Luis Barrionuevo (Gastronómicos) de volver al unicato fue rechazada, y su sector —junto a la UTA— se retiró del Congreso, dejando abierta la posibilidad de una fractura formal. Este episodio, lejos de ser anecdótico, revela las tensiones internas que atraviesan al movimiento obrero: estilos de conducción, estrategias frente al gobierno, vínculos con el empresariado y disputas por representación territorial.
Pero más allá de las diferencias, la elección del triunvirato expresa una voluntad de unidad. Una unidad que no es homogénea ni ingenua, sino estratégica. En tiempos de ajuste, fragmentación y avance de discursos antisindicales, sostener una conducción colegiada es una forma de blindar la CGT frente a intentos de cooptación, división o deslegitimación. Es también una forma de reconocer que ningún sector, por sí solo, puede enfrentar los desafíos que vienen.
Y los desafíos son muchos. El gobierno de Javier Milei impulsa una reforma laboral regresiva, con apoyo del FMI y sectores empresarios. La flexibilización, la eliminación de indemnizaciones, la desregulación de convenios y la precarización del empleo son parte de una agenda que busca desarticular conquistas históricas del movimiento obrero. En este escenario, la CGT deberá definir su estrategia: ¿resistencia frontal, negociación táctica, movilización territorial, articulación con otros actores sociales?
La respuesta no será única ni lineal. Pero este triunvirato tiene una ventaja: llega con legitimidad, con respaldo congresal y con la conciencia de que la unidad no es un eslogan, sino una necesidad vital. Además, cada uno de sus integrantes aporta una mirada complementaria: Jerónimo puede tender puentes con las juventudes sindicales y los gremios emergentes; Sola puede aportar capacidad técnica y articulación institucional; Argüello puede garantizar presencia en la calle y vínculo con los sectores más movilizados.
La falta de representación femenina en la conducción es una deuda que debe saldarse con urgencia. Aunque se mencionó a Maia Volcovinsky (Judiciales) como figura emergente, lo cierto es que las trabajadoras organizadas siguen siendo subrepresentadas en los espacios de decisión. Este punto tensiona la narrativa de renovación y obliga a pensar estrategias para incorporar perspectiva de género en la agenda sindical, no solo como demanda interna sino como parte de una disputa cultural más amplia.
La CGT también deberá enfrentar el desafío de volver a conectar con las juventudes trabajadoras. En un país donde el desempleo juvenil, la informalidad y la migración laboral son moneda corriente, el sindicalismo tradicional corre el riesgo de quedar desfasado. Para evitarlo, será clave construir narrativas que interpelen a las nuevas generaciones, que reconozcan sus demandas y que les ofrezcan espacios de participación real. La Juventud Sindical, los gremios del sector tecnológico, los sindicatos del interior y las organizaciones territoriales pueden ser aliados en esta tarea.
Otro eje clave será la articulación federal. Históricamente, la CGT ha tenido una fuerte centralidad porteña y bonaerense, lo que ha generado tensiones con los gremios del interior. En un país profundamente desigual, donde las economías regionales sufren el impacto del ajuste y la concentración, construir una CGT más federal no es solo una cuestión de representación: es una estrategia para ampliar la base social, territorial y política del movimiento obrero. En este sentido, Jorge Sola puede jugar un rol importante, por su trayectoria y su mirada descentralizada.
La articulación con otros actores sociales también será fundamental. Los movimientos sociales, las cooperativas, las organizaciones de la economía popular y los espacios de defensa de derechos pueden ser aliados estratégicos en la construcción de una agenda común frente al ajuste. La CGT, lejos de encerrarse en una lógica corporativa, puede convertirse en un nodo articulador de demandas populares, capaz de incidir en la agenda pública y disputar sentido frente al discurso dominante.
La comunicación será otro campo de disputa. En tiempos de redes, fake news y algoritmos, el sindicalismo necesita construir una narrativa potente, emocional y viral. No alcanza con comunicados ni conferencias de prensa: hay que disputar el sentido común, interpelar a los sectores medios, visibilizar las luchas y construir relatos que conecten con la vida cotidiana de los trabajadores. En este punto, Cristian Jerónimo puede aportar frescura, cercanía y capacidad de conexión con los lenguajes juveniles.
La CGT también deberá repensar su modelo organizativo. La fragmentación gremial, la superposición de representaciones y la falta de actualización de los padrones son problemas estructurales que debilitan la legitimidad de la central. Avanzar en una reforma interna, que garantice transparencia, participación y representatividad, puede ser una forma de fortalecer la CGT desde adentro y blindarla frente a los ataques externos.
En este contexto, el triunvirato elegido no es el final de una negociación: es el comienzo de una etapa. Una etapa donde la CGT puede volver a ser protagonista, no solo en la defensa de derechos, sino en la construcción de un proyecto de país con trabajo digno, federalismo real y justicia social. Porque cuando el presente aprieta, la historia obrera argentina enseña que la salida siempre fue colectiva.
La CGT tiene historia, músculo y legitimidad. Pero necesita renovar sus formas, sus discursos y sus alianzas. Este triunvirato, si logra articular sus diferencias, puede ser el motor de esa renovación. Puede construir una CGT que no solo resista el ajuste, sino que proponga alternativas. Que no solo defienda lo conquistado, sino que imagine lo que falta. Que no solo mire hacia adentro, sino que se proyecte hacia el conjunto de la sociedad.
La esperanza no está en negar las dificultades, sino en asumirlas con inteligencia colectiva. La CGT tiene la oportunidad de reinventarse como una usina de propuestas, una red de contención territorial y una voz potente frente a la desigualdad. Si logra articular a los gremios grandes con los del interior, si escucha a las juventudes trabajadoras y si se anima a disputar sentido en las redes y en las calles, puede volver a ser faro en tiempos de oscuridad.
Este momento exige audacia, sensibilidad y estrategia. El triunvirato elegido tiene el desafío de estar a la altura. Y el movimiento obrero, en su conjunto, tiene la oportunidad de volver a ser protagonista de la historia argentina.
Fuente: CONSENSO PATAGONICO



