El precio del odio: Milei dinamita puentes mientras el país paga las consecuencias
12.07.2025
La gestión de Javier Milei enfrenta una etapa crítica, no solo por sus fracasos legislativos —como la derrota en el Senado frente a los proyectos de aumento jubilatorio y emergencia social—, sino por las consecuencias estructurales de una política fundada en la confrontación.
El gobierno de Milei atrapado en su propia narrativa de confrontación
La gestión de Javier Milei enfrenta una etapa crítica, no solo por sus fracasos legislativos —como la derrota en el Senado frente a los proyectos de aumento jubilatorio y emergencia social—, sino por las consecuencias estructurales de una política fundada en la confrontación.
Su estrategia de convertir cada revés en una “revelación” contra enemigos internos desdibuja el marco institucional, comprometiendo la gobernabilidad y profundizando el aislamiento político.
- Fragmentación de alianzas territoriales: El intento de blindar los vetos presidenciales depende de acuerdos con gobernadores que Milei ha hostigado o ignorado. La caída de pactos como el de Corrientes y el descontento en Tucumán muestran que el Gobierno perdió interlocutores naturales y carece de una estrategia de construcción política real.
- Desgaste dentro de La Libertad Avanza: Las tensiones entre Karina Milei y Santiago Caputo reflejan una interna ideológica y pragmática. La obsesión por listas puras erosiona las chances electorales y legislativas, debilitando la posibilidad de acuerdos incluso con aliados naturales.
- Narrativa de odio como obstáculo institucional: La constante descalificación de actores políticos, sociales y provinciales por parte del Presidente ha generado un clima de polarización que inhibe el diálogo. Esta lógica de “guerra contra todos” convierte cada veto y proyecto en una cruzada personal, dificultando soluciones colectivas y sostenibles.
El gobierno de Milei no solo enfrenta problemas de gestión, sino de estructura política. No es la oposición la que bloquea sus iniciativas, sino la lógica que él mismo instaló: una política de odio como sustento ideológico que lo aleja de los consensos indispensables para una presidencia funcional. Al final, sus propias reglas de enfrentamiento podrían empujar a su administración hacia la parálisis.
Fuente: CONSENSO PATAGONICO