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Waisbord: «Hay un sentimiento antisistema que tiene un cauce hacia la derecha extrema»

14.12.2021

Joe Baiden cumple su primer año como presidente de Estados Unidos con una economía en recuperación pero con alta inflación, asediado por el malestar que aún provoca la pandemia. “Hay un malestar anti establishment y los populismos de derecha encarnan una reacción hacia los derechos humanos en un sentido amplio”, asegura a Télam el sociólogo Silvio Waisbord.

Waisbord: “Hay un sentimiento antisistema que tiene un cauce hacia la derecha extrema”

Joe Baiden cumple su primer año como presidente de Estados Unidos con una economía en recuperación pero con alta inflación, asediado por el malestar que aún provoca la pandemia. “Hay un malestar anti establishment y los populismos de derecha encarnan una reacción hacia los derechos humanos en un sentido amplio”, asegura a Télam el sociólogo Silvio Waisbord.

El 14 de diciembre de 2020 el Colegio Electoral de los Estados Unidos convalidaba el triunfo de Joe Biden en los comicios realizados ese año. El candidato demócrata quedaba de ese modo habilitado para asumir la presidencia, algo que efectivamente haría el 20 de enero. Sin embargo, el entonces presidente Donald Trump insistía en sus denuncias de fraude y sus partidarios tomarían el Capitolio quince días antes de la asunción.

El hecho, inédito en la política norteamericana, habla de la polarización que vive la sociedad estadounidense pero además del crecimiento de un fenómeno que se verifica también en Europa y América Latina: el auge de una derecha extrema que de la mano del malestar que provoca la pandemia protagoniza una cruzada contra toda ampliación de derechos colectivos, en rechazo de políticas públicas que beneficien a las mayorías y de reacción frente a cualquier tipo de intervención estatal.

“Hay un sentimiento antisistema que tiene un cauce hacia la derecha extrema, aún en Estados Unidos con un gobierno demócrata”, advierte Silvio Waisbord, sociólogo y Director de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en la Universidad George Washington, para quien esta situación ahonda la polarización política de la sociedad norteamericana y contribuye a que Biden llegue a su primer año de mandato con un nivel de desaprobación que supera el 50 %.

Waisbord es argentino, vive en los Estados Unidos hace tres décadas y es autor de “El imperio de la utopía. Mitos y verdades de la sociedad estadounidense” (Editorial Planeta), entre otras publicaciones. En diálogo con Télam durante la mañana en que Washington recibe la primera nevada del año, destaca que la persistencia de la pandemia “acelera cierta desconfianza, crítica y hartazgo hacia cualquier cosa que sea vista como una acción gubernamental o estatal”, siendo caldo de cultivo de una reacción antisistema basada en el individualismo extremo y en una reacción contra los avances de los derechos de los feminismos, de las diversidades y de las minorías.
 

Inflación y polarización

-Waisbord, Joe Baiden cumple su primer año de mandato con un desafío doble, dejar atrás la presidencia de Donald Trump en una sociedad polarizada y superar la pandemia, con sus consecuencias tanto políticas como económicas ¿Cuáles son las principales dificultades que enfrenta hoy la administración demócrata?

-Los principales problemas que enfrenta Biden son la inflación, que para los estándares locales está en un pico histórico (6,2 % interanual en octubre, la mayor en 30 años), que se siente en bienes básicos como los alimentos y los combustibles; y, por otro lado, el estado de la política hoy en día, donde con la polarización que se vive en los Estados Unidos es muy difícil que cualquier presidente tenga un índice de aprobación alto. De hecho su nivel de aprobación está por debajo del 43% y el de desaprobación arriba del 51 %.

-¿En qué aspectos se siente más esta desaprobación?

-Fundamentalmente con temas económicos. Hay que tener en cuenta que hace solo diez días se acaba de aprobar su gran propuesta legislativa, por lo que todavía carece de impacto en temas como la creación de trabajo, la renovación de la infraestructura, el apoyo social, las acciones para enfrentar el cambio climático y en la reducción del precio de los medicamentos a través de subsidios públicos. Es una ley bastante cara y ambiciosa y su impacto va a demorar hasta que haya efectos tangibles. Pero también es cierto que desde que Biden asumió se han enviado cheques a familias en situación de precariedad y esto tampoco parece haberle dado rédito político.

-¿A qué se puede atribuir esto?

-Creo que hay errores de comunicación. La estrategia ha sido que Biden tenga una comunicación limitada con la prensa y con el público. Esto responde a que en el pasado fue muy proclive a cometer errores, tiende a hablar casi improvisadamente, cuando le preguntan cosas fuera de guión da respuestas que provocan ruido mediático, etcétera. Entonces han tratado de limitar sus apariciones públicas. Esto tiene el beneficio potencial de evitar errores, pero al mismo tiempo no aparece utilizando la gran plataforma que tiene un presidente para promover sus propias políticas.

-¿Qué impacto tiene la pandemia en este contexto?

-Estamos en una situación donde la pandemia continúa, donde sigue habiendo incertidumbre y malestar, incluso en los estados donde no se sigue ninguna de las recomendaciones federales, como el uso de mascarillas o la vacunación. Y esto daña a Biden. En los Estados Unidos el gobierno federal puede hacer muchas cosas, y los demócratas las hicieron si se los compara con el gobierno de Trump, pero hay cuestiones que se resuelven a nivel estadual. Los grandes problemas que persisten respecto al Covid son en parte atribuibles a los estados republicanos, donde los índices de vacunación siguen siendo alarmantemente bajos, y en parte porque hay una situación de malestar que afecta a quien esté en la Casa Blanca, sea quien sea.        
 

Los muchachos trumpistas

-¿Cuál es la percepción respecto a Donald Trump y el trumpismo a un año de haber dejado el gobierno de manera convulsionada, denunciando fraude y con toma del Capitolio incluida?

-La sociedad está dividida, con una polarización muy grande. Hoy el Partido Republicano es el Partido Trump. No aparece una alternativa no trumpista. Es verdad que todavía falta para que se lance la carrera presidencial para 2024, pero en este momento es impensable que no sea Trump o alguien que tenga su apoyo. Por ahora pareciera que él quiere ocupar el centro de la escena. Las posiciones republicanas, tanto en el Congreso como a nivel estadual, están fuertemente atadas a políticas o posiciones trumpistas. La negativa a participar en las investigaciones de lo que pasó el 6 enero (toma del Capitolio) por parte de los republicanos, o el hecho de que el jefe de la bancada de ese partido redoble su apuesta de no apoyar una investigación, muestra claramente cuán trumpista está el Partido Republicano.

-¿Esto significa la consolidación de un giro más pronunciado a la derecha del Partido Republicano?

-El Partido Republicano está hoy a la derecha que la mayoría de los partidos conservadores, incluso de Europa. A la derecha del Partido Republicano quedan los grupos nazis. Las posiciones que han tomado sobre lo ocurrido el 6 de enero son clave, porque se trató de una insurrección antidemocrática. Y el Partido Republicano sigue empecinado en teorías conspirativas. Si el test democrático no lo pasan está claro dónde están ubicados.
 

“El Partido Republicano está hoy más a la derecha que la mayoría de los partidos conservadores, incluso de Europa”



-¿Este posicionamiento es parte de fenómeno global? ¿Se pueden establecer nexos con experiencias como las de Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile y Milei o Espert en la Argentina?

-No se trata solo de un parecido ideológico, sino que hay lazos y relaciones demostrables. El guión de Bolsonaro es trumpista, lo que supondría una colaboración de mensajes e incluso de logística. Creo que tiene que ver con un sentimiento anti partidos establishment, anti elite, y que hoy es más agudo en la derecha que en la izquierda. La derecha se ha corrido más a la derecha y la izquierda hacia el centro en cuestiones clave, como la inmigración o el Estado de Bienestar.

-¿La ultraderecha se está convirtiendo en la expresión del malestar ante la democracia liberal?

-Hay un malestar anti establishment y los populismos de derecha encarnan eso. Los casos de Trump o Bolsonaro muestran eso. Y en el resto de los países tampoco tenés una corrida hacia el centro o hacia la izquierda o la socialdemacracia. El tema es entender por qué este sentimiento antisistema tiene un cauce hacia la derecha extrema, aún en Estados Unidos con un gobierno demócrata.

-¿Qué es lo que convierte en alternativa para amplios sectores de la sociedad?

-Creo que confluyen distintas cuestiones. Por un lado, el malestar político frente al establishment por el empeoramiento de la situación económica, actual y en perspectiva. Y esto es un caldo de cultivo antisistema. En segundo lugar, hay una reacción muy fuerte contra el movimiento de derechos humanos, en el sentido más amplio que se manifestó en las últimas décadas: movimientos feministas, de diversidad sexual, antirracistas, etcétera. Hay una reacción frente a todo esto que es canalizada por partidos de derecha, que es diferente a un mero cansancio o a una posición económica. A lo que hay que sumar el desgaste de las políticas “del otro lado”. Un movimiento de péndulo entre políticas más de izquierda y de derecha. Hoy el péndulo se está moviendo hacia una derecha más radical.  
 

Jugando en el patio de atrás

-¿Qué ha hecho la Casa Blanca con América Latina durante el año que lleva Biden en el gobierno?

-La Casa Blanca trató de prestar mayor atención a América Latina considerando que en los años de Trump la región no fue una prioridad. Pero hacer un giro respecto a la política hacia América Latina sin una inyección considerable de dinero es muy difícil. Así y todo hay dos temas que son los que más le preocupan al gobierno norteamericano: el tema migratorio, que es muy difícil de resolver y para hacerlo necesita una muñeca política importante, además de una gran inyección de fondos; y la competencia con China, donde América Latina es un lugar central de esa puja, pero donde todavía no ha hecho demasiado para ocupar su posición.

-¿Qué rol está jugando Biden para un posible acuerdo entre la Argentina y el FMI?

-El comercio o el apuntalamiento a las economías de América Latina, como es el caso de la Argentina, no me parece que sea una prioridad para la Casa Blanca -a pesar de los gestos que se han hecho desde el Departamento de Estado- para pensar que por ahí vendrá una resolución, más allá del enorme poder de influencia que tiene Estados Unidos en el FMI. En todo caso, debería ser parte de una política hacia toda la región y esto es lo que todavía no queda claro. No hay una visión abarcadora, integral, sobre América Latina, a pesar de que en el último año hubo mayores gestos hacia la región.
 

“En Estados Unidos hay una reacción muy fuerte contra los movimientos de derechos humanos, feministas, de diversidad sexual, antirracistas”



-En materia ambiental el gobierno demócrata puede mostrar un giro, fundamentalmente con el retorno al Acuerdo de París. ¿Qué impacto tiene esto?

-Retóricamente es importante porque era una promesa de Biden y es parte de su base electoral. Pero dependerá no solo de la voluntad política sino de la decisión de poner plata para una reconversión de la economía. Junto con esto están las negociaciones a nivel global, que como muestra lo sucedido en Glasgow, quedan por ver el compromiso real de los países más industrializados, más allá de las promesas retóricas. 

-En la Argentina hubo denuncias de lobby de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos contra la ley de envases, que busca fijar una tasa ambiental para desalentar el uso de botellas de plástico. ¿Qué compromiso tiene el empresariado norteamericano con una economía más verde?

-Es muy difícil hablar en términos generales, como sí podríamos hacerlo con cualquier país de América Latina. No hay un sector empresarial unificado defendiendo intereses y políticas particulares del sector. Cuando el debate en torno a los envases ocurrió acá hubo una reacción similar ante el intento de regulación. Las compañías norteamericanas siempre prefieren una política de autoregulación. En términos generales, la economía en los Estados Unidos tiene una situación de expansión, con el índice más bajo en mucho tiempo de gente que pide el seguro de desempleo, lo que demuestra que hay reactivación económica si comparamos con un año atrás. O sectores donde hay más demanda que oferta de mano de obra.
 

Covid, pandemia y después

 

-Biden acaba de instar a vacunarse y a darse el refuerzo a quienes ya tienen las dos dosis. ¿El ciudadano de a pie siente que la pandemia terminó, aún con los interrogantes que abren las nuevas variantes del virus, como la ómicron?

-Hay un techo de vacunación bastante importante, con un 59 % de la población con las dos dosis aplicadas. Pero se ha amesetado si se lo compara con lo que ocurría a mediados de año. Esto demuestra que se hace cada vez más difícil llegar a la gente que no quiere vacunarse, lo que varía mucho de estado a estado. Donde yo vivo el porcentaje de personas vacunadas trepa al 80 %. Pero las variaciones según los estados son enormes. Los índices más bajos están en los estados republicanos.

-¿En la negación a la vacunación se expresa la resistencia a políticas de gobierno federal?

-Si, claramente. El discurso libertario tiene en los Estados Unidos una tradición muy larga. Incluida la desconfianza a las instituciones, que comprende también a las instituciones médicas. Es parte del escepticismo respecto del Estado, en término de libertades individuales o de políticas sociales. De cualquier política que esté vista como una “intromisión a las libertades individuales”. Un argumento bastante pobre, lleno de contradicciones, pero que existe como creencia y que tiene bastante consenso en ese 30 % de la población que no piensa vacunarse y que sostiene estas ideas por desconfianza al gobierno federal, a las instituciones. Es un coctel bastante tóxico que ayuda a entender estas nuevas fuerzas de derecha.
 

“El apuntalamiento a las economías de América Latina no parece que sea una prioridad para la Casa Blanca”



-¿Esto entronca con una cultura política donde concluyen el individualismo extremo y una visión antiestatal?

-La constitución de este país tiene una impronta libertaria bastante fuerte. Los principales derechos constitucionales tienen esa misma impronta. Los Estados Unidos fueron fundados sobre este tipo de premisas individualistas. El equilibrio y los acuerdos entre el gobierno federal y los estados tiene que ver con esto. Por eso acá no sorprende como sí sucede en la Argentina, donde llama la atención que estas premisas hayan cobrado tanto vigor.

-¿Por qué sucede esto?

-Creo que la pandemia acelera cierta desconfianza, crítica y hartazgo hacia cualquier cosa que sea vista como una acción gubernamental o estatal. Históricamente la derecha en América Latina no fue libertaria. Fue conservadora y con un cupo para la cuestión social. Un conservadurismo clásico, pero no libertario. Pero la reacción frente a los llamados populismos de izquierda se canaliza con un discurso libertario bastante fuerte, de oposición a programas sociales, a políticas públicas que son vistas como una intromisión en derechos personales.

-¿La pandemia está transformando la fisonomía de la derecha en América Latina?

-Sí, pero al mismo tiempo coincide con una derecha conservadora en el sentido cultural, una reacción frente a la aprobación de políticas de derechos reproductivos, de matrimonio igualitario, etcétera. Es una derecha que se conoce más, es una reacción que es característica del conservadurismo latinoamericano, pero que hoy coincide políticamente con la derecha libertaria. La derecha en América Latina hoy tiene estos diversos componentes que no son idénticos en todos los países. Confluyen todas estas tendencias, lo cual no quiere decir que se unifican en los mismos partidos. Hay que ver cómo la derecha resuelve esta tensión entre posiciones más libertarias y posiciones más conservadoras en lo social y en lo cultural.

-En los primeros tiempos de la pandemia hubo filósofos y pensadores que sostuvieron que el Covid había puesto entre las cuerdas al capitalismo y que sólo cabía esperar un nuevo orden mundial, un mundo básicamente mejor que el actual. A raíz de lo que estamos viendo, ¿qué podemos esperar para el futuro?

-Esos argumentos no tenían ninguna evidencia para sostener lo que decían, salvo una expresión de deseos. Dicho esto, hay que subrayar que la pandemia es un problema de bien público global, que demanda la intervención de los estados, junto a otros actores, para la solución de un problema que también lo es. Es impensable que esto se resuelva solamente a través del “mercado”. Esta reacción contra la intervención estatal en el control de la pandemia tiene elementos similares en la Argentina, en los Estados Unidos y en Europa, donde es más difícil incrementar los índices de vacunación, por ejemplo, en distritos, condados o estados más de derecha.

-¿Lo que quedó contra las cuerdas es un tipo de intervención estatal?

-Todo esto ha impulsado la tendencia antiestatal durante la pandemia. Es lo opuesto a un movimiento más progresista de igualación de derechos y de reconocimiento de que el Estado cumple una función importante en la resolución de un problema global. Si uno tiene evidencia hoy de algo, a casi dos años del inicio de la pandemia, es de una tensión bastante fuerte entre estos dos enfoques: políticas de intervención puntuales y estratégicas del Estado versus el negacionismo, las teorías conspirativas y la función que le cabe al Estado para enfrentar la pandemia, firmemente plantadas en la derecha.

-Citando a Mario Benedetti, podemos decir que “el futuro no será una fiesta, pero no amilanarse todavía”…

-Si uno piensa que estamos ante un problema global que requiere una solución global, en un mundo donde ha habido apropiación de vacunas para determinados países, con reacciones globales bastante endebles, con más acciones nacionales que de conjunto, no es un momento de mucho optimismo. El tema es dónde encontrar posibles puntos de buena luz.

Fuente: TELAM

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