Por qué se critica a los best sellers filosóficos antes de leerlos con atención
01.12.2021
Hay varias firmas de moda en el mundo del pensamiento ,de Slavoj Žižek a Paul B. Preciado, pero Byung-Chul Han puede tomarse como paradigma de autor mirado con recelo: tal vez ocurra que se está planteando, por obvias que parezcan, las preguntas correctas
Por qué se critica a los best sellers filosóficos antes de leerlos con atención
Hay varias firmas de moda en el mundo del pensamiento ,de Slavoj Žižek a Paul B. Preciado, pero Byung-Chul Han puede tomarse como paradigma de autor mirado con recelo: tal vez ocurra que se está planteando, por obvias que parezcan, las preguntas correctas
Escrito por el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959), No-cosas. Quiebres del mundo de hoy, su último libro, best seller mundial, demuestra que hay al menos dos razones por las que los filósofos de notoriedad provocan malestares más allá de las características particulares de sus posiciones políticas. La primera es que habitamos un mundo con poca tolerancia a la materia prima de la filosofía, que es el preguntar. De hecho, casi no hay pregunta que Google no responda al instante y con eficiencia, lo cual relega casi toda pregunta al área de lo inmediatamente práctico y resoluble; es decir, el área de la ciencia. Fue en este sentido que el astrofísico Stephen Hawking dijo en 2011 que “la filosofía ha muerto”, señalando que solo correspondía a los científicos “llevar la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento”.
De todos modos, se trate de una charla pública amena como la que tuvo lugar en 2018 entre el historiador israelí Yuval Noah Harari y Christine Lagarde, por entonces directora del FMI, o de un debate como el que se organizó en 2019 entre el filósofo esloveno Slavoj Žižek y el psicólogo canadiense Jordan Peterson, lo cierto es que tras estos nombres, que también son los de algunos de los best sellers mundiales de la filosofía, aun así aparecen preguntas cuyas respuestas no son tan fáciles ni tan rápidas. Y eso, algo tan habitual, molesta.
La segunda razón también gira alrededor del preguntar, pero ya no tiene que ver con el cómo ni el por qué sino con el cuándo y el dónde. Para entenderlo, tal vez ayude el aluvión de interpretaciones y pronósticos hechos al inicio de la pandemia global de Covid-19 por distintos filósofos. Por aquel entonces, el español Paul B. Preciado, el francés Jean-Luc Nancy o el italiano Franco Berardi, entre otros, inundaron con sus artículos, entrevistas e incluso libros de generación poco menos que espontánea lo que parecía una demanda voraz de entendimiento acerca de un acontecimiento recién en marcha. Esto llevó a que algunos se preguntaran si el famoso “búho de Minerva que solo levanta el vuelo en el crepúsculo”, como Hegel definía al pensamiento que espera hasta que las cosas hayan concluido para elaborar ideas, no estaba alzando su vuelo mucho antes del fin de la oscuridad bajo el efecto de otro signo de la época: las ansias de figuración.
Entre quienes recibieron estas sospechas estuvo Byung-Chul Han, que al inicio de la pandemia escribió acerca del “individualismo acentuado” de los europeos, tan desarraigados de los fundamentos clásicos de la política, la ciudadanía y la responsabilidad colectiva que aún ante la evidencia científica del Covid-19 sospechaban, en nombre de una confusa libertad de pensamiento individual, del Estado, las vacunas y los dictámenes sanitarios para su supervivencia. Para solucionar eso, especulaba Han, los Estados occidentales se aliarían aún más con Silicon Valley para intensificar nuestra de por sí profunda existencia digital, de modo que el control se volviera mayor.
Han fue acusado por esto de ser un desalmado pesimista, a pesar de que dos años más tarde la expansión del Covid-19 entre la sorprendente cantidad de personas antivacunas en países como Alemania o Austria confirma que la resistencia ilógica a la pandemia es real, mientras se discuten medidas de control como “el pase sanitario”.
Por supuesto, Byung-Chul Han no acertó por adivinación ni por suerte. Sus tesis sobre lo que la tecnología digital desarraiga en hombres y mujeres (pasando por la agonía del Eros hasta la desaparición de los rituales) se remonta a ideas desarrolladas desde hace casi una década y escritas de un modo que incluso quienes se postulan como pastores de desahuciados desde distintos rincones de la autoayuda o la psicología lo acusan, con envidia, de describir el agua mientras nos ahogamos. En este sentido, la sencillez del estilo y los temas de Han lo vuelven más inmediato y comprensible que otros best sellers filosóficos de hoy como Slavoj Žižek, entrenado en observar el mundo desde una combinación entretenida y militante de marxismo hegeliano y psicoanálisis lacaniano, o Paul B. Preciado, que desde su condición de transgénero se especializa en cuestiones sexuales. Sin la frontalidad de Noam Chomsky, Toni Negri o Naomi Klein, que hasta el inicio del siglo XXI marcaron la crítica cultural contra el imperialismo y la lógica del capitalismo globalizado, y esquivando temas de coyuntura como el feminismo o la identidad, en los que se destacan autoras como Judith Butler, por su lado Han escribe y vende cada vez más, al punto tal que atacar sus libros se volvió una especie de correcta moda intelectual.
¿Pero una moda intelectual alrededor de qué, exactamente? En este punto apareció No-cosas. Quiebres del mundo de hoy, oportuno para indagar en el malestar alrededor de los best sellers filosóficos en general y los de Byung-Chul Han en particular. “Han construye su éxito diciéndonos lo que ya sabemos todos”, dictaminaron sus críticos españoles.
Es probable que lo más incómodo sea la herida narcisista que provocan sus preguntas. Por ejemplo, cuando contrasta la “utopía digital” de Silicon Valley con una “prisión digital” en la que nuestros teléfonos inteligentes son “un instrumento de dominación”. Desde ya, no es fácil aceptar que las plataformas en las que invertimos tanto tiempo, energía libidinal y datos, y que a cambio nos devuelven ilusiones de reputación, sociabilidad e incluso algún negocio, solo están al servicio de “tornar al mundo cada vez más intangible, nublado y espectral”. Pero hay más. ¿Y si nuestra “infomanía”, como Han llama al “fetichismo de la información y los datos”, fuera el suplemento perfecto de una economía que ya no invierte en cosas sino en pura especulación financiera? En consecuencia, lo único “inteligente” de nuestros teléfonos es que al seducir a nuestro narcisismo con fantasías de libertad y realización, nos consagra a un “capitalismo del ‘Me gusta’ que gracias a su permisividad no tiene que temer ninguna resistencia, ninguna revolución”. Tal como lo presenta Han, entonces, la banalidad de los teléfonos inteligentes nos vincula a conciencia con fuerzas más severas y profundas.
Sin duda, es fácil objetar, aunque sea como una comprensible autodefensa inicial, que esto ya es sabido o que, en el proceso de elaboración de este saber, hay nombres más relevantes en danza, aún si es el propio Han quien los cita hasta el hartazgo (Martin Heidegger, Hannah Arendt, Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques Lacan, entre otros). ¿Pero en qué momento lo ya sabido se volvió también aceptado sin derecho a réplica? ¿Y por qué razón señalar este triste cuadro de pasividad genera algunas risas cínicas y nerviosas? ¿Qué más hay detrás del malestar?
Suele decirse que un best seller es un autor al que leen quienes no leen, fórmula válida y en muchas ocasiones comprobable. En el caso de Byung-Chul Han, lo que se ofrece a través de su avalancha de libros tal vez pueda pensarse de manera distinta, e incluso por encima de ellos. En No-cosas eso está señalado de esta manera: “Hoy nos comunicamos de forma tan compulsiva y excesiva porque estamos solos y notamos un vacío. Pero esta hipercomunicación no es satisfactoria. Solo hace más honda la soledad, porque falta la presencia del otro”.
Por intermedio de la dialéctica tal como fue planteada por Hegel, cuando Han habla del “otro” se refiere a aquel o aquello que es capaz de confrontar nuestras certezas. Y eso, en un mundo digitalizado al ritmo de la positividad del ‘Me gusta’, quiere decir que solo es un “otro” aquel o aquello que nos confronta con su negatividad, de manera que aunque sea por un instante pueda interrumpirse la resignación en la que nos sumerge la permanente reafirmación de nuestra mirada única y cerrada sobre el mundo. Esta ausencia programada de negatividad se vuelve evidente cuando “corremos detrás de la información sin alcanzar un saber”, pero también cuando “nos comunicamos continuamente sin participar en una comunidad”. Tal como dice Han, nada de esto impide que notemos el “vacío”. ¿Pero qué tan dispuestos estamos a las preguntas sobre lo que ese “vacío” significa?
La obra de Han gira alrededor de este preguntar, al que otro filósofo en la misma liga del éxito editorial, el francés Gilles Lipovetsky, denomina “indiferencia por hipersolicitación”. Y si hay razones para que esta interrogación genere malestar, es probable que se deba al modo en que evitamos interrogar al “vacío”; al menos, mientras nos otorgue la fantasía de que tenemos nuestros pies bien firmes sobre las certezas, las reglas y las posibilidades de la época. No es, en otras palabras, más que una cuestión de cálculo.
El problema, insiste Han en No-cosas, es que la felicidad es un acontecer que escapa a todo cálculo. La vida calculable y optimizada, la vida realizada a través de la espesura económica de las pantallas digitales, está “ayuna de magia” y, por lo tanto, de felicidad. Este es un mensaje tan obvio y verdadero, y tan esencialmente filosófico, que en ciertos casos nos repele y nos obliga a descartarlo por su oposición al principio de instantaneidad, pragmatismo y callada complicidad en el que nos movemos todos los días. Y sin embargo, el “vacío” prevalece y lo percibimos.
“El capitalismo de la información –escribe Han– está conquistando todos los rincones de nuestra vida; es más, nuestra alma. Los afectos humanos son sustituidos por valoraciones o likes. Los amigos se cuentan por número. La cultura está completamente al servicio de la mercancía. Los productos se aderezan con microrrelatos”. Desde ya, nadie podría decir que estas son novedades. Pero ¿acaso el ataque contra estas preguntas sobre el sentido de la realidad se volvió una correcta moda intelectual porque preferimos avanzar a conciencia hacia el “vacío” antes que dudar de nuestras certezas?
Siguiendo a Heidegger, al que Byung-Chul Han le dedicó su penúltimo libro editado en español, El corazón de Heidegger, tal vez este preguntar, al menos, corresponda a “lo que es digno de ser cuestionado” en lugar de lo “simplemente cuestionable”. Se lo considere o no best seller.
Fuente: LA NACION