MUNDO

El desierto de Atacama se ha convertido en un gigantesco basurero de ropa sin usar y sin vender

14.02.2022

Desde hace algunos meses están circulando fotos de montañas de ropa en pleno desierto de Atacama, ¿De dónde viene toda esa ropa y qué pasa con ella?

El desierto de Atacama se ha convertido en un gigantesco basurero de ropa sin usar y sin vender

Desde hace algunos meses están circulando fotos de montañas de ropa en pleno desierto de Atacama, r¿De dónde viene toda esa ropa y qué pasa con ella?

La industria de la moda representa del 8 al 10% de las emisiones de carbono del mundo, según la ONU. En 2018, también se descubrió que consumía más energía que las industrias de la aviación y el transporte marítimo combinadas y se estima que el equivalente a un camión de basura con ropa se quema y se envía a un vertedero en el mundo cada segundo.

Y el ritmo al que los consumidores compran ropa no parece haber disminuido en el siglo XXI. Según las estadísticas de la Fundación Ellen McArthur, la producción de ropa se duplicó durante los 15 años comprendidos entre 2004 y 2019. McKinsey también estima que el consumidor promedio compró un 60% más de ropa ahora que hace 20 años. Y la moda rápida, aunque asequible, es extremadamente dañina para el medio ambiente.

Prueba de ello es la colosal montaña de ropa desechada —suéteres navideños y botas de esquí incluídos—, que deja este extraño paisaje en Atacama, el desierto más seco del mundo, en Chile. El efecto social del consumismo desenfrenado en la industria de la confección, como el trabajo infantil en las fábricas o los salarios irrisorios, es bien conocido, pero el efecto desastroso sobre el medio ambiente recibe menos publicidad. Aquí una prueba de ello:

Pero las fotografías que nos llegan del desierto de Atacama sí que cuesta pasarlas por alto tan fácilmente y demuestran cómo el país sufre cada vez más la contaminación creada por la moda rápida. Chile ha sido durante mucho tiempo un centro de ropa sin usar y sin vender, fabricada en China o Bangladesh y pasando por Europa, Asia o Estados Unidos antes de llegar a aquí, donde se revende por toda América Latina.

Unas 59.000 toneladas de ropa llegan cada año al puerto de Iquique en la zona franca de Alto Hospicio en el norte del país. Los comerciantes de ropa de la capital Santiago (1.800 km al sur) compran algo, mientras que gran parte se pasa de contrabando a otros países latinoamericanos. Y al menos 39.000 toneladas que no se pueden vender acaban en basureros en el desierto como el que vemos.

 

 

 

"Esta ropa llega de todas partes del mundo", explicaba Alex Carreño, exempleado de la zona de importación del puerto en este artículo de la agencia AFP.  "Lo que no se vende a Santiago ni se envía a otros países se queda en zona franca ya que nadie paga las tarifas necesarias para quitárselo. El problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por lo que no es aceptada en los depósitos sanitarios municipales”, decía también Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra.

La ropa, ya sea sintética o tratada con productos químicos, puede tardar 200 años en biodegradarse y es tan tóxica como los neumáticos desechados o los materiales plásticos. Pero claro, no todo se desperdicia: algunas de las personas que viven cerca de los vertederos revisan la ropa para ver qué pueden usar o vender. Aunque el resto simplemente se queda allí, creciendo cada vez más cada año, formando así el paisaje del consumismo.

Tiramos a la basura un 811% más de ropa que en 1960. Y eso también se está cargando el planeta

Según un informe de la ONU de 2019, la producción mundial de ropa se duplicó entre 2000 y 2014, y la industria es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel mundial. Para hacer un solo par de jeans se necesitan al menos 7.500 litros de agua.

El mismo informe también explica que la fabricación de ropa y calzado aporta el 8% de los gases de efecto invernadero globales, y que cada segundo, se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura. Y da igual que esas gigantescas montañas de ropa se dejen al aire libre o se entierren bajo tierra, contaminan el medio ambiente y liberan contaminantes al aire o a los canales de agua subterráneos. No hay que ser muy inteligente para imaginar lo que ocasiona ese amontonamiento: pérdida de hábitat, contaminación ambiental y del agua.

 

Fuente: Consenso Patagonico

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