El adiós a Almudena Grandes y el recuerdo del post franquismo
16.12.2021
“La madre de Frankenstein” fue la última novela de la gran escritora madrileña que falleció semanas atrás. En sus páginas describe la situación de la psiquiatría en un país gobernado férreamente por Francisco Franco. La autora de este texto lo enlaza con su exilio en España, cuando los argentinos escapaban de la dictadura militar hacia una tierra que, poco a poco, recuperaba su vida.
El adiós a Almudena Grandes y el recuerdo del post franquismo
“La madre de Frankenstein” fue la última novela de la gran escritora madrileña que falleció semanas atrás. En sus páginas describe la situación de la psiquiatría en un país gobernado férreamente por Francisco Franco. La autora de este texto lo enlaza con su exilio en España, cuando los argentinos escapaban de la dictadura militar hacia una tierra que, poco a poco, recuperaba su vida.
Almudena tenía 16 años cuando murió Franco y su escritura, lógicamente, está atravesada en parte por esa generación post-franquista que vivimos tantos exiliados que llegábamos en l976 a España. Volvían entonces los exiliados de Rusia, de Francia, de América. He conocido a muchos de ellos. Exiliados que dejaban de serlo y, casi en simultaneo, quienes comenzábamos el camino del exilio.
Almudena vivió ese tiempo que llamaron del "destape", del post-franquismo y en el que se daba una suerte de convivencia -un tanto curiosa para una mirada actual- entre franquistas y etarras. Viví esas charlas regadas con vino en la zona vasca. Florecían los "n" sexos, el feminismo radical, Saura, Almodóvar, Erice. Ya se oían las voces de Serrat, de Luis Llach.... Lo recuerdo a Llach cantando en catalán "La estaca" en aquel recital con las velas encendidas. Un catalán que era universal en ese momento. Lo entendías.
Tuve la suerte de asistir a una fiesta de carnaval en la que se volvían a abrir las puertas del Círculo de Bellas Artes cerrado durante aquellos oscuros tiempos. Ya escribí una vez sobre este evento que fue de reencuentro entre quienes se habían perdido de vista durante más tiempo que el que se podía calcular. Éstas son apenas algunas postales,
La oigo hablar a Almudena en varios reportajes. Reconozco el pensamiento que atraviesa sus novelas. Ella está viva y es generosa en esas charlas a las que es invitada. Hasta el último reportaje no encuentro la sombra de su enfermedad, tan vital la veo. La observo hablar sobre sus libros y su cuerpo vibra y logra hacer vibran a quienes la oímos. Vibro con ella. Despierta mis recuerdos.
Un grupo de la ultraderecha española que no me gusta nombrar se alegra de su muerte y habla de que la consumió el odio. Otra forma del “Viva el cáncer” que leía de muy joven en las paredes de nuestro país. Ella lo había dicho: "Firmamos la victoria pero no la paz". Frase con la que resueno. Y que podemos trasladar a otros países de nuestra región.
Voy oyendo su voz en su último libro, “La madre de Frankenstein”. Sin contar el argumento menciono algunos datos que me impactaron por varias razones, incluso profesionales. El protagonista, un joven psiquiatra exiliado en Suiza, está experimentando con un medicamento que puede mejorar a los locos o a quienes son caratulados de ese modo. Un medicamento que evitaría los electrochoques y otras prácticas de aquel tiempo. Este psiquiatra, llamado Germán, es tentado a retornar a España. La invitación viene de parte de un psiquiatra, que había sido amigo del padre, presente en una mesa redonda en la que Germán comunica su experiencia con la nueva droga. El padre de Germán había muerto en una cárcel del franquismo y el retorno, para este hijo, no era lo deseable ni lo pensado, a pesar de tener vivas a su mamá y a su hermana residiendo en Madrid.
El amigo del padre insiste hasta convencerlo. La frase que me resonó fue: “Los psiquiatras españoles están exiliados y nos hacen falta psiquiatras”.
Esta frase condensa una situación que vivimos muchos compatriotas “psi” cuando llegamos a España. Insertarnos en un histórico social en el que había un hueco, aunque también habiendo dejado un hueco en nuestra patria. En la novela está presente el desgarro de los exiliados que vuelven a su país, que han dejado de ser exiliados y no reconocen a la tierra con la que se reencuentran.
La novela continúa con el regreso del joven a quien encontramos trabajando en un psiquiátrico de mujeres y su historia personal en un país quebrado entre los cambios políticos y la permanencia de un régimen, entre las prohibiciones del franquismo y las nuevas aperturas.
A una España similar llegamos los argentinos. Yo me inserté en un sector más light que fue el del entrenamiento de tutores, pero mi marido -psiquiatra- vivió parte de esta historia que cuenta Almudena, entre una psiquiatría del encierro, del aislamiento, y una psiquiatría que el personaje de esta historia busca modificar con muchas dificultades. Porque como le dice un compañero: "Muchas de estas mujeres fueron internadas por sus maridos para poder vivir con sus amantes".
En 1976 íbamos llegando a España tantas y tantos argentinos que huíamos de los riesgos de vivir en Argentina y creíamos que España no tenía riesgos, que el franquismo había perdido la batalla con la muerte de Franco.
Así reavivamos los miedos cuando sucedió la matanza de los abogados y las abogadas laboralistas en Atocha y el intento golpista el 23 F. Fue rara nuestra sociabilidad. Teníamos charlas amigables con vecinos, con los nuevo amigos, sin hablar de política, porque arrastrábamos miedos y nos íbamos dando cuenta que los fantasmas del franquismo estaban encarnados en la nueva sociedad que se perfilaba y que no era tan nueva.
El retorno de los exiliados españoles fue una fiesta y no de larga duración. Hubo momentos donde sabías que veías lo que querías ver.
Este libro de Almudena me hizo reflexionar sobre los exilios y sobre los retornos. Y las creencias de que los países, los vínculos familiares y amistosos se congelan. Pero a través de Germán se vive que quien estuvo exiliado retorna a un país cuyos códigos tiene que reaprender.
Fuente: TELAM