POLÍTICA NACIONAL

Macri tuvo su Plaza del Sí y recupera el apoyo político justo en el peor momento de su gestión

02.04.2017

Era una jugada arriesgada, a tal punto que el propio Gobierno prefirió no sumarse a la convocatoria por temor a la comparación con recientes manifestaciones de protesta. Pero el encuentro fue masivo y, sobre la base del rechazo al kirchnerismo, recuperó la mística de los cacerolazos de 2012

Y finalmente Mauricio Macri tuvo su propia "Plaza del Sí", como aquella que Bernardo Neustadt había organizado como apoyo a Carlos Menem en 1990. En aquel entonces, el nuevo Gobierno no lograba que la economía despegue con su plan reformista y sufría una ola de manifestaciones de descontento.

 


Muchos de los que tienen edad como para recordar aquel evento hicieron la analogía. Empezando, seguramente, por el mismísimo Macri, que en aquel momento había firmado como adherente al acto de apoyo a Menem.



Si bien ahora se mantuvo en su postura de no convocar al encuentro -y hasta de minimizar la competencia por "ganar la calle"-, está claro que ningún Gobierno, y mucho menos en la Argentina, desconoce la importancia simbólica y política de este tipo de proclamas.

Así como le ocurrió a Menem en 1990, ahora los funcionarios de Cambiemos interpretan este apoyo masivo como una "reválida" popular para esta primera fase de su gestión. 

Una gestión en la que la recuperación de la economía viene demorada y por ahora abundan las malas noticias. Sin ir más lejos, el día anterior se anunció un reajuste en las tarifas de gas.

La alegría del Gobierno por estas horas es tan indisimulable como entendible: había serias dudas sobre si el macrismo podía "recibir" de sus simpatizantes una convocatoria comparable en número a las recientes demostraciones masivas por parte de la oposición.

Tanto las marchas de apoyo al gremio docente como la jornada de la CGT ante el ministerio de la Producción, la de la CTA y las de partidos opositores en el aniversario del golpe de 1976, todas habían puesto la vara muy alta. 

No obstante, los encuentros "PRO Macri" de este sábado -tanto el masivo en plaza de Mayo como en barrios porteños y ciudades del interior del país-, tuvieron las características de las grandes manifestaciones.

Al comienzo, parecía que se iba a necesitar de cierta "ayuda" para dar la imagen de una plaza llena, dado que había un vallado que la dividía por la mitad, pero avanzada la noche se desbordó ese límite y los allí reunidos se acercaron a la Casa Rosada.



Las imágenes televisivas desde los "drones" -como el de iProfesional- mostraban multitudes compactas en las avenidas que confluían en la plaza y daban cuenta de un ingreso continuo de público desde las 18 horas en adelante.

La masividad fue reconocida incluso por los medios afines al kirchnerismo que habían puesto en duda el éxito. Con una cuota de humor, el sitio "Minuto 1" escribió en Twitter "caos de tránsito por el acto oficialista", en alusión a las clásicas quejas que los adherentes macristas tienen ante cada piquete.

El macrismo también "ganó la calle"
Es claro que las cifras siempre son motivo de polémica. Los organizadores hablan de 400.000 autoconvocados mientras que otros hacen referencia a unas 80.000 personas.

Sin embargo, en plena era de Internet, las imágenes y las repercusiones instantáneas dejan la cuestión numérica en un segundo plano: se sabe inmediatamente cuándo una manifestación es un éxito o un fracaso.

Quedó claro que este sábado hubo una asistencia masiva. Por eso los festejos y el alivio de un Gobierno que salió rápidamente a capitalizar el resultado. En la previa, había dudas sobre qué iba a suceder. Por eso el macrismo reafirmaba, a través de sus principales funcionarios, que no lo había motorizado.

Sucede que, en la comparación con actos opositores, una floja participación hasta podía llegar a agudizarle los problemas al Presidente, haciéndole pagar el costo político de la falta de apoyo popular. Por eso, hasta pocas horas antes se había generado tanta especulación respecto de la actitud del macrismo ante el encuentro PRO.

Predominó en Cambiemos la cautela: el discurso oficial enarbolado por el jefe de Gabinete, Marcos Peña, dejaba en claro que no había convocatoria por parte del Gobierno, además de minimizar la importancia de competir por ver quién arma la marcha más grande. 

Sin embargo, en el ámbito político quedaba flotando la sensación de que había un "guiño" para los organizadores que, desde las redes sociales, estaban llamando a "defender la democracia" y a resistir los "intentos de desestabilización".

Hubo analistas políticos, como Jorge Asís, que destacaron cierta picardía en esa actitud: "Si sale bien y va mucha gente se quedan con el rédito político. Si sale mal dirán que ellos no tuvieron nada que ver".

De manera que, sin dirigentes que asumieran el protagonismo, la convocatoria corrió por parte de los líderes de opinión en las redes sociales y las figuras mediáticas que adhieren al macrismo. Quedaba claro que, aun así, se corría cierto riesgo de un fiasco que dejara mal parado al Ejecutivo: a fin de cuentas, ni Facebook es Bernardo Neustadt, ni Macri es Menem, ni el 2017 es 1990.

Pero, sobre todo, Cambiemos no es el peronismo, posiblemente el partido político imbatible en el mundo en cuanto al dominio de la manifestación callejera. Fue, precisamente, la diferenciación de los modos típicos de la maquinaria sindical -municipal- partidaria lo que los asistentes del sábado intentaron destacar como fortalezas.

Para empezar la propia convocatoria un día sábado, ya de por sí una forma de demostrar que los manifestantes son personas que de lunes a viernes -cuando se suelen realizar las marchas opositoras- se encuentran trabajando.

Y, sobre todo, la condición de "simples ciudadanos" que concurren por iniciativa propia, sin ser movilizados en los característicos buses naranja de transporte escolar que se han transformado en un clásico de cada acto sindical.

De hecho, cuando las cámaras de televisión llegaron a plaza de Mayo para indagar sobre los motivos que los habían llevado hasta allí, muchos jóvenes mostraban irónicamente la tarjeta de transportepúblico. "¡Vinimos con la SUBE!" fue una de las consignas preferidas y más festejadas. 

Toda una declaración de principios en el sentido de que las manifestaciones "verdaderas" son aquellas a las que se llega de manera individual y no las organizadas por los aparatos en los que abundan los traslados masivos de militantes.

Explotando "la grieta"
La convocatoria hizo también especial énfasis en la no concurrencia con banderas partidarias, sino solamente con símbolos patrios, una consigna que se cumplió con bastante amplitud.

Ese fue un punto central sobre el valor simbólico de este apoyo a Macri. Porque, aunque no se lo diga explícitamente, deja planteada la cuestión de que existe un demérito en el hecho de ser convocado por un partido político.

Al elogiar la "no partidización", también hay un mensaje de devaluación de la protesta opositora. 

La idea entrelíneas del encuentro implica que había una cuestión en juego que estaba por encima de un interés partidario: no se llamaba a defender a un espacio político en particular sino al país y a las instituciones democráticas.

Este punto se encadena con la polémica entre la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y el dirigente gremial docente, Roberto Baradel. La gobernadora lo había conminado a reconocer que tiene filiación kirchnerista, dando a entender que todo su accionar estaba supeditado a un interés partidario.

No por casualidad, Baradel tuvo la dedicatoria de varios cánticos de los manifestantes. Ni, tampoco por casualidad, la frase preferida de los concurrentes fue "yo vengo acá en defensa de la democracia".

Pero la convocatoria a manifestarse "sin banderas políticas" tuvo también otra explicación. Es ahí donde reside la gran fuerza estratégica: siempre es más movilizador salir a la calle en contra de un peligro que a favor de un Gobierno.

En consecuencia, afirmar que se marchaba para apoyar a Macri -justo en un momento en el que las encuestas marcan un descenso de su popularidad- implicaba menor entusiasmo que hacer un acto  "en contra de".



Esto fue lo que ocurrió y lo que explicó la masividad del 1A. A los manifestantes no los unió el amor a Macri sino el espanto al kirchnerismo. Como en los grandes cacerolazos de 2012 en protesta contra el gobierno de Cristina.

Aunque los organizadores no lo hayan hecho explícito, todo estaba muy claro. Decir que se defiende el orden institucional implica afirmar que hay alguien que lo está amenazando.

Convocar a marchar "por el futuro" equivale a argumentar que otras fuerzas quieren volver al pasado. Esto quedó en evidencia en el "ranking" de los cánticos más escuchados en plaza de Mayo: los que más adhesión generaban estaban dedicados a Cristina y a sus seguidores.

"No vuelven más", entonada con la misma melodía de la marcha peronista, así como "Devuelvan la plata", "Golpe nunca más" y el inevitable "Y ya lo ve, para Cristina que lo mira por TV", fueron los más coreados.

Ese mismo rechazo a las políticas, métodos y estética kirchnerista ha sido el elemento unificador de esos manifestantes apolíticos, de clase media, con fuerte desconfianza a los sindicatos y a los partidos, que rara vez sale a la calle.

Acaso una de las mejores síntesis al respecto fue la que escribió en su cuenta de Twitter el cineasta Juan José Campanella, un reconocido antikirchnerista: "Esta histórica marcha no hubiera sido posible sin las motivadoras palabras de Hebe, Baradel, Daer, CFK y tanto otros. ¡A ellos, gracias!".

Otros se ilusionaron al asignarle al convite del sábado el carácter de un cambio cultural. Como Fernando Iglesias -asiduo polemista en programas políticos de TV y autor del bestseller "¡Es el peronismo, estúpido!"-, quien defendió la adquisición de una conciencia ciudadana por parte de una clase media muchas veces acusada de indiferente y sólo atenta a su capacidad de consumo.

"Dicen que la clase media sólo se mueve cuando le tocan la plata, y hoy quedó demostrado que no es así. Porque si alguien tuvo un año duro fue la clase media, y hoy vinieron a defender la democracia", sostuvo.

No faltaron tampoco -era inevitable en esa situación- las alusiones a la trágica situación de Venezuela y cómo el cambio de Gobierno evitó que la Argentina siguiera ese camino.

En definitiva, hay una única lectura política posible luego de este sábado. Macri se anotó un punto a favor. Era una jugada arriesgada y le salió bien. 

Obtuvo una demostración de apoyo callejero, en la misma "cancha" en la que el peronismo y el sindicalismo "juega de local" y justo en la semana previa a un paro general.

Y, por las características de la participación, la concurrencia para apoyar a Macri es, simultáneamente, la del rechazo a Cristina. Algo así como un recordatorio de que la "grieta" sigue vigente con fuerza en el país.

La propia CFK parece alimentar esa dinámica: a la misma hora que miles marchaban en apoyo del Gobierno, replicaba en su cuenta de Twitter una nota de Página 12 en la que se calificaba como una típica medida en favor de los ricos el fin de las retenciones a las exportaciones agrícolas.

Fuente: iProfesional

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